100 años de moda femenina a través de la silueta
La silueta es la responsable de crear el espíritu del tiempo: por encima de colores, tejidos o adornos, es la silueta la que plasma el canon estético de una época.
Pese a su aparente riqueza y variedad, la historia del traje femenino de Occidente ha ido repitiendo sus formas a lo largo de los siglos: apenas sí contamos con un puñado de siluetas con las que los modistas se inventan los cuerpos vestidos. Sin ir más lejos y centrándonos en los últimos 100 años, tres han sido las siluetas que más relevancia han tenido, y todas ellas cuentan con antecedentes en los siglos precedentes. Eso sí: la prevalencia no es excluyente. Las siluetas pueden convivir en el tiempo, aunque el protagonismo de una de ellas será la que defina la época.
Silueta tubular
Tras la I Guerra Mundial, la mujer va a vestir cómoda, grácil y esbelta debido a la silueta tubular, una línea que envuelve el cuerpo femenino y lo convierte en un cilindro, en una columna. Esta manera de vestir no es una novedad: bebe del traje griego, de las túnicas talares medievales y del corte imperio de principios del siglo XIX. Los tejidos con los que suele confeccionar ayudan a envolver el cuerpo. La ropa interior es sencilla y tiende a disimular las formas curvilíneas femeninas.
Después de la Gran Guerra, la mujer no estaba dispuesta a renunciar a las libertades sociales que había conquistado durante el conflicto y eso incluía especialmente las relacionadas con el vestido. Para ir a bailar, para trabajar o, simplemente, para moverse por la ciudad, el corte recto de tubo era la opción más cómoda, en definitiva, será lo que no deja resaltar las curvas naturales del cuerpo, o aquello que haga que una parte de esta se vea desproporcionada.
Modistas como Coco Chanel, Elsa Schiaparelli o Jeanne Lanvin entenderán esas ansias de libertad. En los años sesenta y setenta, en pleno movimientos hipppy y disco, otros nombres como Loris Azzaro, Diane Von Fustenberg o Pucci revisan de nuevo este concepto. En la actualidad, es una silueta que sigue vigente por su simplicidad y versatilidad.
Silueta globular
La silueta globular es una de las grandes novedades del siglo XX y casi de la historia del traje: a partir de un círculo imaginario sobre el contorno de la mujer, esta línea esconde el cuerpo femenino por completo y lo convierte en un mero soporte para el traje.
Esta propuesta requiere un patrón muy complejo, quizás el más complicado de todo el siglo XX: es el resultado depurativo de muchas formas anteriores. Esta silueta tendrá autoría española: Cristóbal Balenciaga. Balenciaga, a pesar de trabajar siluetas históricas, se va apartando de los criterios convencionales y, en su búsqueda personal de la elegancia, el modista sintetiza las formas del traje hasta resumirlas en lo más espiritual, en lo más sencillo: el círculo.
Esta silueta se ha utilizado como discurso reaccionario ante el canon oficial. Así, en los cincuenta, esta línea surge en contraposición a la silueta en «X» y, de igual forma, durante los años ochenta, vuelve a rescatarse durante la revisión que hacen los diseñadores japoneses del concepto del cuerpo vestido, generando siluetas divergentes del canon y creando otros espacios y lecturas en torno al cuerpo. Entre ellos, quizás el que más explore este tipo de silueta sea Issey Miyake cuya ropa no va a tener ya ni siquiera la intención de amoldarse de ninguna forma al cuerpo: la ropa es a pesar de él. Tiene especial relevancia el contexto en que los modistas japoneses presentan esta abstracción del cuerpo. En pleno furor del gimnasio, el aerobic y la lycra, esconder el cuerpo fue ciertamente subversivo.
En España, Agatha Ruiz de la Prada ha sido una de las diseñadoras que más ha investigado sobre el cuerpo como soporte de indumentaria. Sus vestidos buscan la reacción en la persona que los observa. Según la diseñadora, “para crear algo, hay que destruir algo: mis piezas destruyen la mentalidad burguesa de la moda”.
Pese a su aparente riqueza y variedad, la historia del traje femenino de Occidente ha ido repitiendo sus formas a lo largo de los siglos: apenas sí contamos con un puñado de siluetas con las que los modistas se inventan los cuerpos vestidos. Sin ir más lejos y centrándonos en los últimos 100 años, tres han sido las siluetas que más relevancia han tenido, y todas ellas cuentan con antecedentes en los siglos precedentes. Eso sí: la prevalencia no es excluyente. Las siluetas pueden convivir en el tiempo, aunque el protagonismo de una de ellas será la que defina la época.
Silueta tubular
Tras la I Guerra Mundial, la mujer va a vestir cómoda, grácil y esbelta debido a la silueta tubular, una línea que envuelve el cuerpo femenino y lo convierte en un cilindro, en una columna. Esta manera de vestir no es una novedad: bebe del traje griego, de las túnicas talares medievales y del corte imperio de principios del siglo XIX. Los tejidos con los que suele confeccionar ayudan a envolver el cuerpo. La ropa interior es sencilla y tiende a disimular las formas curvilíneas femeninas.
Después de la Gran Guerra, la mujer no estaba dispuesta a renunciar a las libertades sociales que había conquistado durante el conflicto y eso incluía especialmente las relacionadas con el vestido. Para ir a bailar, para trabajar o, simplemente, para moverse por la ciudad, el corte recto de tubo era la opción más cómoda, en definitiva, será lo que no deja resaltar las curvas naturales del cuerpo, o aquello que haga que una parte de esta se vea desproporcionada.
Modistas como Coco Chanel, Elsa Schiaparelli o Jeanne Lanvin entenderán esas ansias de libertad. En los años sesenta y setenta, en pleno movimientos hipppy y disco, otros nombres como Loris Azzaro, Diane Von Fustenberg o Pucci revisan de nuevo este concepto. En la actualidad, es una silueta que sigue vigente por su simplicidad y versatilidad.
Silueta globular
La silueta globular es una de las grandes novedades del siglo XX y casi de la historia del traje: a partir de un círculo imaginario sobre el contorno de la mujer, esta línea esconde el cuerpo femenino por completo y lo convierte en un mero soporte para el traje.
Esta propuesta requiere un patrón muy complejo, quizás el más complicado de todo el siglo XX: es el resultado depurativo de muchas formas anteriores. Esta silueta tendrá autoría española: Cristóbal Balenciaga. Balenciaga, a pesar de trabajar siluetas históricas, se va apartando de los criterios convencionales y, en su búsqueda personal de la elegancia, el modista sintetiza las formas del traje hasta resumirlas en lo más espiritual, en lo más sencillo: el círculo.
Esta silueta se ha utilizado como discurso reaccionario ante el canon oficial. Así, en los cincuenta, esta línea surge en contraposición a la silueta en «X» y, de igual forma, durante los años ochenta, vuelve a rescatarse durante la revisión que hacen los diseñadores japoneses del concepto del cuerpo vestido, generando siluetas divergentes del canon y creando otros espacios y lecturas en torno al cuerpo. Entre ellos, quizás el que más explore este tipo de silueta sea Issey Miyake cuya ropa no va a tener ya ni siquiera la intención de amoldarse de ninguna forma al cuerpo: la ropa es a pesar de él. Tiene especial relevancia el contexto en que los modistas japoneses presentan esta abstracción del cuerpo. En pleno furor del gimnasio, el aerobic y la lycra, esconder el cuerpo fue ciertamente subversivo.
En España, Agatha Ruiz de la Prada ha sido una de las diseñadoras que más ha investigado sobre el cuerpo como soporte de indumentaria. Sus vestidos buscan la reacción en la persona que los observa. Según la diseñadora, “para crear algo, hay que destruir algo: mis piezas destruyen la mentalidad burguesa de la moda”.
Silueta anatómica.
La silueta anatómica o antropomórfica se fue cocinando a fuego lento. El hombre lleva mostrando sus piernas en calzas y pantalones desde el siglo XIV, pero la mujer no lo hizo hasta bien entrado el siglo XX. El reconocimiento de esta silueta ha ido parejo a la historia de la emancipación social de la mujer. Durante el siglo XIX, encontramos vestigios de la silueta anatómica en el traje sastre o de amazona y también en las iniciativas de activistas como Amelia Bloomer y su propuesta de traje pantalón para montar en bicicleta. Los movimientos obreros y la incorporación de la mujer al trabajo junto con la inclusión del deporte como ocio femenino irán consolidando, tras la I Guerra Mundial, esta silueta entre las mujeres más vanguardistas. Actrices como Marlene Dietrich o Katherine Hepburn serán referencia en estos momentos.
Estas ideas de libertad se recuperarán a partir de los años sesenta: la exaltación de la juventud, así como las diferentes fases de los movimientos feministas que se viven en esa época abrieron debates sociales que se plasmaron inmediatamente en la indumentaria. La industria textil del prêt-à-porter, que toma el relevo a la alta costura a partir de los años sesenta, ha intentado dar respuestas a las necesidades de confortabilidad femenina a través de la incorporación de nuevos tejidos como la lycra que dibujan con mayor precisión el cuerpo.
En esta corriente de siluetas naturalistas, uno de los modistas que más ha profundizado sobre el cuerpo es Azzedine Alaïa, un couturiere singular que llevó a la pasarela el concepto del cuerpo de manera artística.
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